Ayer me di cuenta de que el tiempo es nada y nosotros cresemos al compas de las manecillas del reloj, aun recuerdo aquel día en que ingrese al salón de la universidad, donde sentí que era más bien una jaula de fieras con la intención de devorar a cual quiera que se prestara a su juego, y donde veía muy lejano el día en que tuviera que dejar los rincones de la universidad.
Todos evolucionamos y con ello la imagen que tenia de cada uno de ellos, creo que ninguno cambio para mal, al menos no conmigo. Con algunos tuve en su momento una que otra diferencia, pero no por eso dejamos de ser amigos y compartir la vida juntos; algunos se fueron quedando en el camino, otros simplemente cambiaron de carrera, pero a todos aun los recuerdo como si fuese ayer el día en que reíamos en las jardineras de cualquier tontería.
El valor que se le asigna a cada una de las personas con quien compartí momentos inolvidables de diversión, tristeza y alegría dentro de mi estancia en la universidad, es infinitamente grato, incluyendo no solo a mis amigos y compañeros; sino también a mis maestros que como bien lo dice un amigo mío, algunos son más que simples catedráticos… maestros de vida.
Hoy estamos a casi cinco meses de dejar la universidad y es imposible hacer que la vida se valla despacio, algunos le tenemos miedo al mañana, y a lo que vendrá después de la graduación, pero sé que ese miedo se convertirá en la fortaleza que nos llevara a cumplir nuestras metas y objetivos. La vida avanza y nosotros con ella, el tiempo es ahora y solo quedaran los recuerdos que nunca se olvidaran.
Cada historia tiene un final, pero en la vida cada final es el comienzo de una nueva historia...